Encuentro fascinante que un chico vaya a la plaza a leer. No a jugar en las hamacas, a riesgo de romperse la cabeza; no a revolcarse en el césped, ensuciando la ropa sin culpas como sólo los más pequeños pueden hacerlo; no a patear una pelota, ni a trepar a un árbol, ni a tirar piedras a un charco, ni a llenarse los bolsillos de arena. No, a leer. Es raro, fascinante y estimulante.
Yo jamás lo hubiera hecho de niño.
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