El lugar es algo inusual. Es la plaza del Aguaribay, un pequeño espacio verde encajonado entre los edificios de Oroño y Zeballos, en una zona donde dominan los amplios espacios verdes de Rosario.
Me pareció una composición curiosa, algo caprichosa. La pared de ladrillos, el aguaribay tendido sobre el césped (aunque sólo se vean algunas de sus ramas), las ventanas de una clínica y el reflejo de los señoriales edificios de Oroño, con un cielo diáfano e impecable.
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